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El perro

Compartimos una anécdota enviada por Edgardo Edelcopp:
Hola mosqueros, como están. No es novedad que el pueblo está plagado de cuentos y anécdotas.
Hoy voy a contar una que transcurrió delante de mis ojos, allá por los años '80. Cuando uno necesitaba algún material para la escuela no quedaba otra que ir a la mercería de las hermanas Pioli.

La antigua mercería de las hermanas Pioli[Clickeá sobre la imagen para agrandar]

Estando dentro del comercio comprando algún que otro mapa o papel crepé, entró una chica del pueblo, Mariela, seguida por su perro. Ante la visita del can la Bocha, a quién nunca había visto yo tan enojada, le dijo "por favor sacalo", cosa que Mariela procedió a hacer, pero todo estalló cuando nombró a su perro para obligarlo a salir, no sé si el nombre era Miguel o Juan, la cosa es que era un nombre de persona aplicado a un perro.
Para la Bocha fue todo un insulto y un pecado grave. Tremenda discusión se armó, y todo por el nombre del perro.
Hoy en día no hay perro que no tenga nombre de persona, los "Bobis" y los "Malevo" quedaron en el recuerdo.
Mariela lo hizo antes que nadie.
Saludos, otro día seguimos.

Edgardo

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Ayudennos

Luchemos por Las Moscas

Sí, nuestro grito es "AYUDENNOS".
Algunos mosqueros desparramados por el mundo y algunos residentes en el pueblo, preocupados por nuestro porvenir, hemos conformado esto para empezar a TORCER NUESTRO DESTINO, que lento pero sin pausa va despoblando la zona. Esto se debe a que los oriundos de aquí no fuimos capaces de encontrar ideas para realizar emprendimientos locales con la finalidad de retener a quienes al no tener un claro futuro se tuvieron que ir; hoy por suerte algunos empezaron a pensar en romper ciertos esquemas: el 22 de Julio pasado se tiró esta idea y luego de idas y vueltas, finalmente el 11 de Noviembre se le dió forma a esta agrupación llamada FUNDACIÓN LUCHEMOS POR LAS MOSCAS, asociación civil sin fines de lucro, la cual para dar el anuncio oficial hará un almuerzo el día 9 de Diciembre próximo en el club Danubio de Villa Ballester, Buenos Aires. A partir de allí se convoca a todos los mosqueros, mosqueras y amigos del pueblo a colaborar en esta patriada, sin distinción de razas ni religiones. Para entrar se necesita buena volundad, desinterés, vocación de servicio y amor a lo vivido, especialmente en la infancia y juventud.
Sí, a nuestro grito lo haremos sentir bien fuerte no sólo en el país sino en el mundo. Para comunicarse con la FUNDACIÓN se puede escribir a estos correos electrónicos: grassetti.dp@pg.com, romi_pioja25@hotmail.com y sarango@viguay.com.ar y dejar su dirección o teléfono.
Somos sólo un grupo de rebeldes, soñadores y por qué no, entusiastas. Creemos en la lucha sin miedo a los negativos. Se sabe, las críticas es lo primero en recibir, pero no importa, es en la suma de errores y aciertos donde se juzga el valor de una gestión y no en la falta de errores de quien NUNCA intentó NADA.
Nuestra sede provisoria está en Tigre, provincia de Buenos Aires, en el domicilio de Carlos Stur.
Saludos a los mosqueros del mundo.

Atentamente.

César Henderson - Secretario
Mónica Almada - Revisora de Cuentas

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Recorriendo el pueblo

Compartimos con ustedes los siguientes videos, que fueron enviados por Daniel Baccón:
En el primer video se ve en un principio la casa que era de Hugo Elizabelar y a continuación la casa donde vivía mi abuelo materno, don Luis Pioli, en la cuál yo pasaba muchos dias en las vacaciones.

En el segundo video está la iglesia, donde tomé mi primera y segunda comunión. Después de muchos años, regresé a ese lugar como parte de mi actividad laboral, para armar el tinglado que se ve a un costado de la capilla.
Tercer video: el día 30 de enero de 1968 nacía en este hospital quien les escribe, pesando nada más que 5,600 kg., jeje.

En el cuarto video se ve el cementerio de Las Moscas, donde se encuentran sepultados algunos de mis familiares.

En el quinto: nuevamente la casa de mi abuelo.

El sexto: en ese video se ve el pueblo viniendo desde "la altura", pasando por "el centro" y finalmente llegando al lugar de reunión del Reencuentro Mosquero al lado de la estación del ferrocarril.

Un séptimo video empieza desde la vía, pasa por delante de la Junta de Gobierno y la escuela, el centro, dobla en la calle donde estaba el bar de don Klug, pasa por delante de la ex-panadería de Solano, luego por lo de "las Pioli", la casa de Agustín Denning, doblando en el Fondo Comunal y regresando por la calle de atrás.

Recorriendo el pueblo

Es todo por el momento. Saludos.

Daniel Baccón

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Comunicaciones

Gustavo Baccón nos envía lo siguiente:
Por allá por el '70, entre el hijo de "Tito" Pioli y el de don Agustín Dening, calle de por medio, se estableció una comunicación extremadamente novedosa: un intercomunicador…
Después se vieron esos aparatos en cada oficina de las grandes ciudades. Parecían un portero eléctrico: uno pulsaba un botón, del otro lado sonaba un timbre, se ponía la boca frente a un micrófono y comenzaba una charla de va y viene…
Mucho antes (tal cuál yo lo relato en un capítulo de mi libro "Cazadores…"), "Toto" Collet ya había construido una "radio a galena", un artefacto que permitía escuchar, sin pilas ni ningún elemento que le proveyera de energía, en el silencio de la noche a las pocas radios de amplitud modulada que existían por la zona por el mil novecientos treinta y tantos.
Estos intentos comunicativos en la región tuvieron el pasado sábado 10 de Noviembre de este 2007 un coronamiento digno de los tiempos que vivimos: en Villa Domínguez se inauguró una emisora de Frecuencia Modulada (que venía funcionando desde hace más de una decena de años de manera informal) pero ahora con sus papeles reglamentarios y mediante una subvención del mismo Comité Federal de Radiodifusión (COMFER).
Este avance, si logra ser comprendido por los comerciantes de la zona, permitirá un gran radio de acción, donde se encuentra perfectamente Las Moscas, y tener así un canal de expresión prácticamente local…

El cartel de la emisora

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Don Eleodoro Padlog, desde la comisión directiva de la Cooperativa de Agua y otros Servicios de Villa Domínguez, mi amigo Pablo García, Robín y una media docena de chicos del pueblo ponen en marcha el sueño de romper el silencio, ese que tanto apabulla a veces y que nos obliga a marchar en busca de ruidos a las grandes ciudades; ruidos que en la mayoría de los casos terminan siendo interferencias provocadas por el hacinamiento y la falta de aire y sol que tanto abundan en nuestros queridos pueblos…

Los estudios de FM Éxito

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Mucha suerte. Éxitos, tal cual el nombre de vuestra FM; y a los mosqueros: a escuchar y participar en el 101.1 que es bien nuestra, allí nomas… de Villa Domínguez…

Gustavo Baccón

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El ingeniero Sajaroff (segunda parte)

El ingeniero pudo encontrar pronto alivio en las tareas del campo que había adquirido, a las que se dedicó con la pasión y el entusiasmo que lo caracterizarían siempre, pero sin abandonar del todo sus hábitos del playboy de su juventud, ya que continuó practicando gimnasia y haciendo largas caminatas todas las mañanas, pero ¿qué pasaba con ella...?
En cambio Olga, su mujer, no encontraba consuelo a pesar de la felicidad que sentía por compartir el amor de su compañero. Cerraba los ojos y evocaba su fiesta de casamiento, su luna de miel recorriendo Europa, sus amigas, vestidos, fiestas, sus estudios y sobre todo su familia que no sabía si volvería a ver, y cuando los volvía a abrir le parecía estar viviendo una pesadilla. Había momentos en que creía no poder seguir tolerando esa terrible situación y se tiraba a llorar sobre su cama, hasta que Katia, la joven sirvienta rusa, la sorprendía, sin saber cómo consolarla. Al verla, la joven señora se echaba en sus brazos, buscando refugio para su tristeza y cuando escuchaba a Katia contando sus experiencias en la aldea de la que provenía, dejaba atrás sus penas e intentaba calmarla...
Los años pasaron y Olga comenzó a aceptar su nueva situación, sobre todo con la llegada de los tres hijos y gracias a la enorme ayuda que recibió de sus cuñados, especialmente la de Yarcho, que la entrenó para ser una buena enfermera, de modo tal que mucha gente de la colonia acudía a ella cuando sufrían un accidente o se les infectaba una herida, y en esas ocasiones el amplio comedor se convertía en sala de primeros auxilios, y si después de ello la situación lo ameritaba, los pacientes eran enviados al hospital de Domínguez o al de San Gregorio.
Otra de sus tareas fue la creación de la Sociedad de Beneficencia del pueblo, en la que ocupó el puesto de tesorera. Las asociadas pagaban 10 centavos por mes, y con esa cuota se daba ayuda a las mujeres que perdían a sus maridos, a las familias que por no haber podido pagar la mensualidad del campo corrían el peligro de ser desalojadas, reunir el dinero para la dote de las muchachas sin medios económicos para casarse y hasta organizar el entierro de los colonos que huyendo de la muerte en la lejana aldea, la habían encontrado en el ignoto país que el destino les había señalado.
No sólo se especializó en atender las dolencias de sus congéneres, sino que se dedicó al tratamiento de animales enfermos de carbunclo, peste que se contagiaba a través de las moscas y que terminaba con la vida de los atacados, lo que hizo que muchos campesinos, conociendo su habilidad, llevaran la hacienda para que la curara.
Gracias al impulso del Fondo se organizaron bailes en el salón de la escuela judía, seguido muchas veces por el recitado de poemas en ruso. Se ocupó también de la organización de la biblioteca, en la que no faltaron los grandes autores rusos.
Del mismo modo como lo había hecho Yarcho, su casa se constituyó en el refugio de muchos que habían escapado de Rusia después del fracaso de la Revolución de 1905, que se quedaban a vivir en el hogar de los Sajaroff por largo tiempo.
Por otra parte, la familia seguía siendo un hogar ruso, sin haberse asimilado del todo al nuevo lugar ya que en el mismo no se hablaba ídish sino el ruso, idioma utilizado por sus padres y que había sido siempre el de su niñez y juventud. Sin embargo un nuevo elemento se había incorporado a sus vidas: el mate, que se sorbía con un pedacito de azúcar en la boca, del mismo modo como se hacía con el vaso de té, acompañado por un platito de dulce casero hecho por la dueña de casa.
Otro de los hábitos que Miguel había adoptado era recorrer "La Granjita" acompañado de su infusión favorita, cebada por algún peón que trataba de alcanzarlo, casi siempre sin éxito, por lo cual después de un largo rato desistía de su intento y el mate terminaba en el bolsillo del dueño de casa.
Fue un hombre fundamentalmente bueno y generoso y en lugar de que sus hijos aprendieran los principios del Talmud, no se cansaba de repetir a ellos y a todo aquel que quisiera escucharlo "que a Dios no había que buscarlo en el cielo, sino dentro de sí y que cuando hacía un bien sentía a Dios en su interior" y como él era incapaz de tener actos de maldad, tampoco la creía posible en la naturaleza humana, al punto que si se le comunicaba que habían robado alguna vaca, le aconsejaba al denunciante que se llevara la carne y dejara el cuero, en caso de encontrarse con el animal.
A pesar de no ser un hombre religioso, por formación o convicciones propias, respetaba a los que la profesaban y como dice Efroim Elstein, ex presidente del Fondo Comunal:
"El día sábado iba a la sinagoga, pero no iba a rezar. Cuando los otros terminaban el rezo, él los reunía y les hablaba de la cooperativa. Daba gusto escucharlo. Ya no hay hombres como él en el movimiento cooperativo...".
No dudó en criar a sus hijos como verdaderos argentinos y a pesar de no haber solicitado nunca la Carta de Ciudadanía, mereció formar parte en vida del Archivo General San Martín de la Nación.
El ingeniero agrónomo se había convertido en colono, aunque sostenía que "todo trabajo agrario realizado por el agricultor o el ganadero debía acompañarse para lograr su éxito por una superestructura social que lo haga moderadamente humano".
Sin estar afiliado a ningún partido, su socialismo estaba bastante cerca del anarquismo, ya que reconocía sólo las leyes del ser humano y no las legisladas por el gobierno y la policía.
No acostumbraba a escribir los discursos que dirigía al público que concurría a la cooperativa, pero su ejemplo de vida y sus ideales fueron tan fuertes que bastaron para crear un cuerpo de hombres dispuestos a emprender su misma lucha, y sin embargo a pesar de todos los inconvenientes y de las desilusiones no perdía la esperanza de no morirse sin llegar a ver una sociedad "libre, generosa y honesta".
Sin embargo, nada mejor para entender su personalidad con la transcripción del discurso que pronunció en el primer Congreso de Cooperativas Agrícolas realizado en Entre Ríos en 1913:
"La vida del hombre gira alrededor de dos polos opuestos. Por un lado 'amarás a tu prójimo como a ti mismo' y por el otro la lucha por la existencia según la cual el hombre es el lobo del hombre, un lobo hambriento para sus semejantes como reza el proverbio latino. ¿Cómo es entonces la conducta que debemos seguir en este mundo? ¿Somos verdaderos hermanos y por consiguiente debemos amarnos, o debemos estar a la defensiva y mostrar los dientes? Es indudable que el sufrimiento humano debe tender a extirpar de nosotros el lobo... Debemos trabajar por el bienestar general... Debemos realizar día tras día obras de bien y al mismo tiempo trabajamos también por el bienestar general... En esto consiste el ideal de la cooperación de la sociedad futura a la que a diferencia de la sociedad comercial no le interesa la especulación ni ambiciona obtener una ganancia cada vez mayor".
Toda su actuación fue transparente y hasta era capaz de comentar sus propios fracasos para ser discutidos por la Comisión Directiva de la institución que él presidía.
Cualquier situación desgraciada que vivía el campesinado era compartida por él y una de las anécdotas que se cuentan al respecto es que en una ocasión en que el campo había sido azotado por uno de los peores fenómenos climáticos, el de la sequía, resultado de la falta de lluvias, en la que murieron animales y sus crías, se secaron las siembras y los árboles, mientras que al mismo tiempo los niños no pudieron ser alimentados por la imposibilidad de ordeñar las vacas, don Miguel tomó las riendas del desastre una vez más y acompañado por la gente de la Cooperativa de Bernasconi hizo un recorrido por la campiña y observando los rostros famélicos de los campesinos, sus campos cubiertos de cadáveres de vacas, y a su lado los terneros casi muertos de hambre mugiendo desesperados, no pudo evitar sumirse en la desesperación y ante ese espectáculo reunió una gran asamblea para esa misma tarde, a la que asistieron gran número de adherentes a la Federación Agraria y mientras cada uno de ellos expuso sus problemas, como la falta de artículos de primera necesidad para poder mantener a la familia, la imposibilidad de ejecutar medidas extremas como el traslado de los animales a lugares lejanos de la catástrofe para salvarlos del desastre, se encontraban ante el insalvable inconveniente de no tener dinero para hacer frente a ese gasto. Escuchando a los hombres exponiendo sus desgracias y a las mujeres que los acompañaban prorrumpiendo en llanto, los presentes, conmovidos ante semejante situación, se sintieron impotentes, sin saber cómo ayudarlos. Sin embargo, orientados por ese gran hombre, se unieron una vez más ejerciendo el verdadero sentido de la cooperación y esbozaron proyectos para solicitar créditos al Banco Nacional de Villaguay y a la empresa colonizadora. En medio de ese accionar don Miguel pidió la palabra y comenzó a describir, con lágrimas en los ojos, lo que había visto en su recorrido hasta llegar al lugar de la reunión, solicitando a los allí presentes, que habían tenido la suerte de salvarse de la sequía, que colaboraran con semillas, instrumentos de labranza, alimentos y bolsas de trigo para ayudar a sus compañeros en desgracia. Sus palabras fueron recibidas con total aprobación y se llevó a cabo lo solicitado. En esa misma fecha se aprobó su sugerencia de plantar, a pesar del desastre, árboles y flores, para que la belleza del paisaje hiciera menos dura la lucha diaria y con el tiempo, gracias a su iniciativa, Bernasconi tuvo su plaza.
Se constituyó en gestor de colectas de dinero entre los que tenían mejor situación económica para ayudar a los más pobres, del mismo modo como lo hacía su mujer desde la Sociedad de Beneficencia, y al efectuarla no dio importancia a la suma que cada uno estuviera en condiciones de donar.
Otra de sus preocupaciones fue la educación y llegó a ser el encargado de la Escuela Argentina, cargo sin remuneración, y cada vez que llegaban útiles de enseñanza destinados a la escuela rural, enviaba el carro ruso a la estación de Las Moscas para transportar los grandes cajones con los mismos. Gracias a su impulso inicial, la escolaridad llegó a un gran nivel, como lo manifiesta Beatriz Bosch:
"Bachiller del Uruguay, profesor de Paraná, eran dos pasaportes de eficiencia y dignidad acogido con respecto a lo ancho y a lo largo de la patria".
La Escuela Rural Provincial tuvo sólo tres grados y en 1916 o 1917 fue incluida en el plan Láinez, llegando a tener cuatro grados, cuando la administración del Barón de Hirsch hizo cesión de las mismas al Consejo Nacional de Educación.
Como en todo grupo humano, era bastante frecuente que aparecieran conflictos en la comunidad, y entonces él era el primero en intervenir y apaciguar los ánimos, sosteniendo que las controversias no tenían ninguna importancia, sobre todo las de tipo religioso, ya que lo primordial era mantener la integridad de la colonia. Sin embargo, su gestión no fue sencilla, sobre todo cuando en ocasiones uno de los colonos prestaba dinero a otro y éste no se lo devolvía. Entonces él mismo se hacía cargo de la deuda, esperando que el deudor, sabiendo que él la había cubierto, le devolviera por vergüenza la suma prestada, pero desgraciadamente esto no sucedía casi nunca...
Toda su vida se redujo a luchar contra la injusticia, favoreciendo a los más débiles; y así como no era capaz de denunciar a un campesino que había realizado una estafa, perjudicado a otro o cometido un robo, no soportaba la prepotencia de algunos funcionarios y más de una vez llegó a fuertes entredichos con aquellos que ocupando algún puesto, por mínimo que fuera, se sentían con derecho a creerse superiores a los demás, actitud que le indignaba, justamente a él, que trataba de igual a igual a todo aquel que lo necesitaba con total modestia.
Durante las asambleas, los colonos, olvidándose de su pasado de penurias, miseria y sufrimientos que los hermanaba, provocaban discusiones absurdas culpándose unos a otros de los males que los aquejaban, pero bastaba que él tomara la palabra para que su mensaje fuerte y optimista aquietara los ánimos hasta conseguir que renaciera la tranquilidad deseada.
Uno de sus grandes sueños fue unir las cooperativas de todo el país y el día en que se llevaría a cabo la gran asamblea coincidió con el fallecimiento de su padre. Sacando fuerzas que no tenía, no ordenó la suspensión de la misma y asistió durante cinco días al debate de las ideas en forma personal. Sólo después que finalizó todo, en el viaje de vuelta, pidió que lo dejaran para poder quedarse a solas con su dolor.
No estaba de acuerdo con ningún tipo de discriminación entre los asociados, pero no dejaba de reconocer que los diferentes grupos étnicos tenían en cuenta su origen para agruparse entre ellos, situación que aceptaba con respeto.
En 1912 decidió retirarse de la presidencia del Fondo Comunal ante el estupor de los asociados, convencidos que sin su presencia todo lo organizado se derrumbaría, pero no obstante y a pesar de sus reclamos, no cambió su resolución.
No manifestó nunca su arrepentimiento por lo que había decidido, pero se sintió sólo como alguien que hubiera perdido contacto con algo tan querido para él y no dejó de cuestionarse la resolución de las cosas que habían quedado sin hacer. Sin embargo no abandonó del todo su querida obra, ya que siendo un anciano, sin fuerzas, casi ciego, apoyado en su bastón iba a las asambleas, cumpliendo su función sólo como oyente.
Su trabajo en la organización y conducción de la cooperativa fue muy intenso, tanto que lo obligaba a viajar en forma constante, abandonando sus propios intereses, lo que provocó su derrumbe económico y su enfrentamiento a serias dificultades económicas.
Su bondad y generosidad no tenían límites y al respecto se conocen muchas anécdotas, como la que relata Salvador Efron:
"Recuerdo que un día fui a su casa. Al entrar en el patio (la casa habitación estaba a unos 200 metros de la entrada) vi a unos cuantos hombres cavando pozos. Le pregunté a don Miguel para qué necesitaba tanta gente y me dijo: " En realidad es un trabajo fuera de época, pero pasa tanta gente... buscan trabajo y piden algo para comer porque tienen hambre. La cosecha ha fracasado y no consiguen lugar para ubicarse. Entonces, en vez de darles limosna, que no es decorosa ni para el dador ni para el tomador, les doy algún trabajo, aunque no podré aprovecharlo. Les pago el jornal correspondiente y si las lluvias no tapan los pozos, los usaré para plantar árboles en la primavera que viene".
Al realizarse los congresos del Fondo, los asistentes se agrupaban a la derecha o a la izquierda, según sus convicciones políticas. En el centro se ubicaban los "neutrales", entre los que se encontraba Sajaroff, que no obstante respetaba las opiniones de los otros dos grupos.
Si bien se inclinaba por el socialismo, como muchos otros colonos de su época, no le interesaban los políticos, a pesar de ser visitado a lo largo de la vida por muchos candidatos que llegarían a ser sus grandes amigos, que le solicitaban ayuda por la gran influencia que tenía en la zona. No obstante y a pesar de sus requerimientos, no aceptó nunca ese pedido. Una amistad que cultivó siempre fue la de Nicolás Repetto, diputado socialista, casado con Fenia Chertkoff, perteneciente a una familia residente en Villa Clara, al que visitaba cuando iba a la Capital, en su casa de Vicente López.
Su intensa actividad societaria, junto a la Primera Guerra y las crisis mundiales, fueron los factores predominantes que deterioraron su empresa agrícola, de modo tal que tuvo que abandonar su casa y aceptar vivir con su hermano hasta que el Fondo Comunal le cedió una vivienda junto a un campo de 20 hectáreas, con una casa en bastante mal estado y otra más pequeña en la que podía albergar a un peón y su familia. Poco a poco, gracias a la ayuda de sus hijos, la casa se hizo habitable y llegó a tener una pequeña huerta y gallinero, de los que se abastecían para las necesidades diarias. Toda su familia lo ayudaba económicamente y lo mismo hizo el Fondo Comunal y no pasó mucho tiempo después del derrumbamiento de sus finanzas, que gracias al apoyo que le dieron los demás pudo recuperarse de sus apremios esenciales, aunque fuera en parte. La institución le enviaba un coche con chofer y no dejó de ser visitado por sus amigos, los cooperativistas, y por todos aquellos que necesitaban de su consejo y que le ofrecían su ayuda pecuniaria para sus necesidades elementales.
Su esposa había fallecido en 1937 y sintiendo tal vez que "La Granjita" no era un hogar sin su presencia, se mudó con su hija a la casa que le había ofrecido la Fraternidad Agraria, por lo cual solicitó a esa institución que él había creado, que su hija Vera, que había vivido siempre con sus padres, pudiera seguir habitando en la misma después de su fallecimiento ya que tenía como única entrada económica su modesto sueldo de maestra.
En sus últimos años dejó de asistir a congresos de cooperativas agrícolas, pero casi obligado estar presente en uno de ellos en 1937, no dudó en manifestar palabras que quedaron grabadas en la historia del cooperativismo, al decir: "La peor plaga en el movimiento cooperativo no la constituyen los socios, sino los dirigentes, que es un elemento más difícil de digerir" y no dejó de expresar sus dudas sobre la verdadera función que debían haber cumplido las cooperativas diciendo que "violan cruelmente los principios de la cooperación y se han reducido a una compra y venta de los productos traídos por los granjeros, operación en que se ha omitido el principio cooperativo".
Hablando de su padre, su hija Vera lo define como sigue: "Era un hombre muy culto, que hablaba varios idiomas y gustaba mucho de la lectura. Su biblioteca, muy completa, fue donada en vida a diversas instituciones, entre ellas la Biblioteca Popular Domingo Faustino Sarmiento de Domínguez".
Hasta el final de su vida mantuvo su inquebrantable fe en la acción del cooperativismo, que él entendía como indispensable para el mejoramiento del bienestar de los hombres y comprendía que esa convicción debían hacer en los chicos de la primera edad, por lo cual fundó una cooperativa para niños que denominó "La Colmena".
Dijo Isaac Kaplan: "Sajaroff pretendió muy poco de la vida. Acompañado por su esposa, vivía muy modestamente, no obstante haberse criado en un ambiente de holgura, de padres económicamente afortunados. Su modestia no era forzada, sino natural y sincera. La elevó por encima de toda clase de vanidades, ostentaciones y costumbres".
Benjamín Bendersky, representante de la segunda generación de colonos y estrecho colaborador de Sajaroff en la cooperativa, dijo recordándolo: "... se acercaba a todo el mundo. De elocuencia notable, nunca escribió, sus enseñanzas han quedado en el recuerdo y en los corazones de quienes tuvimos la fortuna de conocerlo. Su influencia aún nos guía y en momentos difíciles de resolver siempre nos preguntamos: ¿qué haría don Miguel en este caso?. Y siempre después de pensarlo, de su evocación, surge la solución".
Siendo ya muy mayor recibió un telegrama de la Dirección de Cooperativas del Ministerio de Agricultura de Entre Ríos, en el que se lo nombraba inspector de las cooperativas de la provincia por el término de seis meses, puesto que sería remunerado, y se le solicitaba al mismo tiempo que él fijara la suma para ese fin. El telegrama lo dejó preocupado por algunos días hasta que llegó a preguntarse cómo iba él a cobrar dinero, si no lo había hecho nunca, por lo cual se negó al nombramiento propuesto, a pesar de que en esos momentos pasaba por una difícil situación económica.
Sus compañeros de la primera hora ya no estaban y cuando le llega el final, a los 85 años, lo hace rodeado del afecto y respeto de los descendientes de aquellos con los que compartió tantos momentos difíciles, y es velado durante dos días por los representantes de diferentes instituciones cooperativas. Al pasar el cortejo por las calles del pueblo, los comercios cerraron sus puertas en señal de respeto y dolor.
Murió en el momento oportuno, no estuvo presente cuando el campo dejó de interesar a los más jóvenes, que buscaron nuevos horizontes en la ciudad para dedicarse a distintas profesiones o tareas comerciales. Muchos mayores los siguieron, debiendo sufrir el dolor que significaba abandonar el nuevo shtetl (aldea) y de que ubicarse en otros lugares de pertenencia, situación bastante dificultosa para gente no demasiado joven.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE
Extractado del libro "Los otros gauchos judíos", de la escritora Myriam Escliar.

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El ingeniero Sajaroff (primera parte)

El ingeniero Miguel SajaroffMiguel Sajaroff nació en Mariupol, Crimea (Rusia) el 2 de octubre de 1873. Se casó con Olga Kipen en 1899, con quien el 22 de marzo del mismo año llegó a las orillas del Plata. Se instalan y más tarde compran 500 hectáreas cerca de Las Moscas, y su padre compró la hacienda ya que era un hombre de una familia muy rica.

¿Quién hubiera podido suponer que el joven estudiante, corriendo por las calles de la ciudad alemana donde cursaba su carrera de ingeniero agrónomo, pasaría sus últimos años en un oscuro pueblito de la provincia de Entre Ríos, de un país más ignoto todavía, de nombre desconocido como Argentina? Seguramente que nadie, incluyéndose a sí mismo.
Nacido en una familia acomodada, con todos los privilegios de vivir sin sobresaltos económicos, aceptado por sus condiscípulos, que le perdonaban su origen judío porque lo sentían un igual a ellos por su educación y modo de vida, que lo habían convertido en un completo asimilado a la cultura europea, que hasta practicaba esgrima con sus compañeros alemanes, y le permitieron obtener su título universitario en Berlín, ya que en Rusia a los judíos les estaba completamente prohibido cursar estudios universitarios.
¿Qué lo impulsó a viajar? La inseguridad provocada por el rumor llegado a sus oídos acerca del posible ataque de los esbirros del zar, organizados en un pogrom (que eran los ataques de cosacos contra la comunidad judía, organizados por el Zar), hecho muy extraño, ya que en términos generales esos ataques se producían sólo en las aldeas. Ante ello y frente el inminente peligro en que podría encontrarse su familia, decidió escuchar los consejos de su hermana y cuñado, el doctor Noé Yarcho, que ya habían iniciado el éxodo. Lo convenció a plegarse así a la larga caravana de los que habían partido hacia la Argentina, formando parte del proyecto colonizador del Barón de Hirsch.
Cuando llegaron, fueron a vivir durante el primer año en la casa del doctor Yarcho, hasta que la J.C.A. le arrendó un lote de tierra en Colonia Leven, que gracias a su preparación como ingeniero agrónomo convirtió en poco tiempo en un modelo a seguir por los otros colonos.
Si a él la vida lo había premiado, inclusive al contraer enlace con una muchacha de su misma clase, Olga Kipen, y recibir solo halagos en su fiesta de boda, que duró dos días, y al finalizar su luna de miel viajando por Europa en un vagón cargado de flores, regalo de los invitados, decidieron dejar todo ese bienestar para dirigirse al destino, del que ignoraban todo, tratando de escapar de la inestabilidad y peligro que significaba permanecer en su país natal.
Cuando llegó a esta tierra, llevando el diploma bajo el brazo, no tenía demasiado claro cuáles serían los pasos a seguir, pero de lo que estaba seguro era que su título no sería utilizado para enredarse en papelería burocrática sino que se convertiría en un colono que labraría la tierra extrayendo de ella los mejores resultados, viejo anhelo de sus antepasados, que nunca habían podido llevar a cabo. La necesidad de ayudar a los demás vino después, viendo las condiciones en que se desarrollaban las vidas de esos pobres seres que había llegado antes que él huyendo de la destrucción, la miseria y la muerte.
¿Cómo se habían sentido él y su joven esposa, abandonando el ambiente europeo al llegar a ese desierto en el que todo parecía rechazarlos? Tal vez habrán buscado fuerzas en esa nueva "religión" creada por el conde Tolstoy, al igual que sus parientes y muchos jóvenes de su época, creencia que predicaba el abandono de la riqueza y la total entrega al sacrificio por los demás.
Al llegar, su vocación de servicio habrá sido mucho más fuerte que el ambiente rico y confortable de su entorno europeo que dejaron y entregarse, sin la menor intención de lucrar con el fin de obtener algún beneficio personal, luchando en cambio para que el campesinado saliera de las condiciones miserables en que vivían, intentando que comprendieran que la única salida era unirse entre sí. Gracias a sus ideales no pasó mucho tiempo sin convertirse en el más apasionado defensor de lo que fue su gran creación, la Cooperativa.

El antiguo edificio del Fondo Comunal en Las Moscas
[Clickeá sobre la imagen para agrandar]

Desde el principio fue un dirigente distinto ya que a lo largo de su presidencia en dicha institución no intentó convertirse en maestro o tutor, sino que asumió el papel de consejero por sentirse igual a todos, sin derecho a dar órdenes. Todo lo hizo con total modestia, teniendo siempre el precepto bíblico de "amar al prójimo como a ti mismo", aunque según las palabras de su amigo y colaborador Isaac Kaplan cometió el error de olvidarse de sí mismo.
Durante su gestión la Cooperativa vio disminuir el número de afiliados cada vez que se producía una mala época provocada por las malas cosechas, granizo y otras calamidades. Una de las soluciones fue cambiar trigo por harina, por lo cual en la mesa de los colonos no faltó nunca el pan, logrando gracias a su instancia personal que se firmará un convenio por el cual los campesinos se comprometían a depositar el producto de sus cosechas en un galpón de la sociedad en el que se vendería en común el producto de las mismas.
La iniciativa tuvo que vencer los intereses de los comerciantes inescrupulosos, que veían en ese proyecto una disminución de sus ganancias y como primera medida intentaron que Sajaroff no encontrara al llegar ningún galpón disponible en la Estación "Las Moscas", pero a pesar de los escollos que pusieron para entorpecer sus planes, fracasaron en su intento ya que se dirigió a Gualeguaychú donde encontró a los pocos días uno para armar, después de lo cual comenzaron a llegar de todas las colonias vecinas carros cargados de trigo y lino, y una vez llenado el galpón, se cargaron nuevamente los vagones, volviéndose a ocupar los graneros y seguir haciendo lo mismo.
Sajaroff visitada el lugar diariamente y ese año, 1908, se entregaron 2400 toneladas de cereales, con gran beneficio para los colonos que los habían cosechado y ese primer intento tuvo tanto éxito que se abrieron pronto graneros en Las Moscas, Domínguez y Clara.
Otras de las medidas adoptadas por el Fondo Comunal durante su presidencia fue inaugurar cursos nocturnos para adultos y jóvenes y cuando la J. C. A. cerró la escuela de la colonia Barón de Hirsch aduciendo que a la misma concurrían sólo 38 alumnos, al no estar de acuerdo con esa medida, Sajaroff decidió crear nuevos cursos que permitieron a los recién llegados aprender el nuevo idioma.
Durante el período 1908-1909, el Fondo adquirió alambres que fueron utilizados para limitar las chacras, compró arados, atadoras y otras máquinas, se repartieron semillas, bolsas e hilos a sus asociados, se repararon los caminos, se fundaron bibliotecas, tarea que estuvo a cargo de la juventud; se adquirió una imprenta propia, se publicó "El Colono Israelita", participó en el Congreso de Mutualidades en San Pablo, Brasil; se habilitó un almacén de consumo que reemplazó al de la Jewish que cobraba lo que vendía a precios leoninos.
La gran desgracia que significó para él el deceso del que fue su entrañable amigo y hermano Noé Yarcho lo dejó solo frente al Fondo Comunal, y la institución decidió hacerse cargo del sepelio de uno de sus creadores, pero ese triste acontecimiento no lo detiene y en cambio obra como un impulso y en 1913 se procede a separar el Hospital y la Biblioteca de la Cooperativa para establecer la diferencia entre cooperativismo y mutualismo, ya que las mismas debían ser desarrolladas en forma distinta.
Se hizo un llamamiento en ídish en "El Colono Israelita" proveniente del Fondo Comunal respecto al canje de trigo por harina, el cual se podía leer "PAN PARA COMER", además de las siguientes palabras:
"Es sencillamente increíble que quienes producen pan para todo el mundo no tengan ellos para comer. Pero es en verdad deplorable que inmediatamente después de las cosechas, muchos colonos deben pedir prestada una bolsa de harina; esto ya se ha hecho crónico en todas las colonias...".
Agregando:
"Señores Asociados: Eso depende de ustedes. Por lo mismo confiamos en que entenderán y la concretarán en la práctica". Para terminar diciendo: "Si no lo hago por mi ¿quién lo hará? Si no me ocupo yo mismo, ¿quién se ocupara de ello?".
Los campesinos, prestando atención a lo solicitado, al entregar la bolsa de harina recibían en cambio un vale que acreditaba su envío a la Cooperativa.
Isaac Kaplan, gerente de la Cooperativa, refiriéndose a la situación económica de la misma, en 1912 dice en la misma publicación: "... Antes que nada, seguramente querrá usted saber que tal anda o no anda el Fondo Comunal. Sí, amigo mío, no anda, se bambolea y se invierte toda la energía para que bamboleándose no pierda el equilibrio. Es bastante difícil evitarlo, puesto que hay varios señores generosos que tratan de empujarla para que caiga lo más pronto posible. Sin embargo creo que superaremos todas las dificultades".
Poco después de publicado este informe, la situación pudo superarse gracias a la esforzada labor de todos sus miembros, en especial del citado Kaplan, amigo y colaborador de Sajaroff.
Su casa estuvo siempre abierta para todos aquellos que necesitaran de ayuda y no se negó nunca a la solicitud de algún colono que solicitara su firma para un crédito del Banco Provincial de Villaguay o le pidiera salir de garantía para algún préstamo personal, deuda de la que muchas veces debía hacerse cargo poco tiempo después. La misma situación ocurría cuando el dinero salía de su propio bolsillo. Ninguna de estas experiencias me resultaban aleccionadoras, a pesar de los consejos de su amigo Kaplan, que siendo más práctico y realista le advertía que no persistiera en esa actitud, pero era inútil; la misma se repetía una y otra vez.
Entre los años 1909-1910 se perdió buena parte de la cosecha motivados por la langosta y la sequía, así como bajó la producción láctea; una desgracia similar ocurrió entre los años 1912 y 1913, por lo cual el Fondo se hizo cargo del levantamiento de la misma, que se perdió totalmente por el exceso de lluvias.
Perdió todo menos la fe en los otros y hasta en sus últimos años tuvo que abandonar su establecimiento y su casa denominada "La Granjita", ubicada en la colonia Leven; pudiendo subsistir gracias a la ayuda del Fondo Comunal.
No creía en la maldad humana, y cuando se le informaba de algún robo sus palabras eran sólo de perdón y sus amigos, sin comprender su actitud, intentaban que se erigiera en acusador de algún ladrón; se sorprendían al escucharle decir "es una falla, pero es un buen hombre", y al instarle a que diera parte a la policía, afirmaba "yo no conozco el reglamento de la policía, pero me interesa mucho más la ley humana".
Con el tiempo, los colonos fueron prosperando, sobre todo cuando se les adjudicó mayor cantidad de hectáreas, con lo que pudieron adquirir mejores equipos de labranza y ganado, pero la mayoría no pudo superar las condiciones de pobreza con las que se habían encontrado a su llegada, debido a la falta de recursos y a los inconvenientes climáticos así como también los imponderables que aparecían con el entorno, en el que no faltaban aquellos que se aprovechaban de su miseria e ignorancia, como cuando les otorgaban créditos a los campesinos con los que se los ahorcaba, y al no poder pagar la deuda contraída a término, ésa con la que habían intentado alimentar a las familias, perdían sus campos y sus bienes, y sin tener otra salida iniciaban un nuevo éxodo y se dirigían a la ciudad, donde las condiciones de vida no eran mucho más favorables, sobre todo al principio...

El Fondo Comunal en Las Moscas
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La creación del Fondo Comunal no fue casual; era la respuesta para encontrar la solución de los inmigrantes que al transplantarse desde su lejana aldea a ese nuevo país del que desconocían el idioma y costumbres, debieron enfrentar un nuevo comienzo, tarea nada sencilla sobre todo para aquellos no demasiado jóvenes. Yarcho y Sajaroff lo entendieron así y al cabo de algunos años, don Miguel y su cuñado a medida que se fueron interiorizando de todos esos problemas, comenzaron a soñar con crear un centro que ayudara a solucionarlos y al mismo tiempo que fuera un lugar en que se desarrollara una actividad social, dotado de una buena biblioteca que los distrajera de las penurias que debían enfrentar, despertara sus inquietudes culturales y comenzara a germinar la idea del cooperativismo, que tendría como objeto la unión de los campesinos, ya que ayudando a los demás se ayudarían a sí mismos.
Como primer comienzo se organizó un seguro que cubrió los daños producidos en las parvas por los incendios y otros riesgos, llegando a constituir un fondo de dinero que pasó luego al Fondo Comunal, teniendo su antecedente más directo en el Farain, organizado en Lucienville, que tomó a su cargo la defensa de los intereses económicos de la gente de la colonia.
El Fondo Comunal comenzó en 1904 en Colonia Clara. Los asociados debían abonar tres pesos mensuales, por lo cual casi de inmediato obtenían beneficios prácticos, ya que como primera medida pudieron obtener un préstamo de dinero que constituyó un importante espaldarazo para el desarrollo de su trabajo.
En 1908, cuando Sajaroff se hizo cargo de la presidencia de la entidad, los colonos recién se apercibieron que habían encontrado su lugar de pertenencia, el de la unión entre ellos, sobre todo cuando el Fondo se hizo cargo de la venta de cereales y se llegó a pagar 60 centavos más por cada fanega de trigo en relación con otras casas cerealistas. Esa creación constituyó su mayor preocupación a lo largo de la vida y al iniciarla como vocal directivo no imaginó que llegaría a ser el alma de la institución pocos años después.
La organización bajo su dirección organizó bibliotecas, el servicio sanitario, mejoró los caminos, construyó puentes, proveyó de semillas a los que perdían sus cosechas, se ocupó del perfeccionamiento de la raza vacuna lechera adquiriendo un plantel de vacas holandesas, introdujo mejoras en las semillas de trigo, lino y maíz, todo lo cual contribuyó a que al presentarse en las exposiciones agrícolas las colonias fueron premiadas con medallas y diplomas.
En 1909, a un año de su llegada a la presidencia, se organizaron giras por distintas colonias israelitas con el fin de que se adhirieran al Comité Central y de ese modo, éste estuviera en condiciones de defender los intereses comunes.
Tomó como ejemplo la constitución de la cooperativa creada por un grupo de obreros textiles de Rochdale (Inglaterra) cuyos principios adaptó a las necesidades locales y dedicó toda su vida a dejar bien en claro que las puertas de la cooperativa deberían estar siempre abiertas para aquellos que compartieran los mismos ideales sociales, sin que se debieran tener en cuenta las diferencias religiosas o políticas. No se contentó sólo con ese logro sino que a los pocos años fundó la Fraternidad Agraria, constituida por las cooperativas de las colonias agrícolas israelitas de distintas provincias.
Pronto la situación se hizo difícil de solucionar, debido a los continuos conflictos que surgían entre sus asociados, por lo cual se constituyó una Comisión de Arbitraje, presidida por él, que se reunía una vez por semana y en la cual se recibían las presentaciones y se emitían los fallos, como por ejemplo en algunas situaciones, cuando un colono prestaba dinero a otro sin mediar un documento que atestiguara el préstamo y al paso del tiempo, si el deudor no pagaba la suma adeudada se hacía intervenir a la Comisión.
Los que lo escucharon al frente de la cooperativa fueron sus principales admiradores y a pesar de que en muchos casos no era el ejecutor de lo que proponía, fue su principal inspirador. El lenguaje de sus discursos era simple y accesible, hablando a los otros como sus iguales, sin tiranía ni falsas posturas de sabelotodo.
Su tarea no le resultó sencilla: en muchos casos la vanidad, la competitividad, la urgencia de ocupar los primeros planos, fueron escollos con los que tuvo que luchar con la fuerza de su modestia y hombría de bien. Fue el primero en acercarse a los demás, sin darle importancia al hecho de provenir de una familia acaudalada y en muchos casos con una educación distinta, pero su gran logro fue aceptar el cambio de su modo de vida, totalmente distinta a la que había vivido siempre, haciéndolo con gran espíritu de entrega y sacrificio.
Gracias a su cultura europea hablaba inglés, francés, ruso y alemán, ignorando el ídish y el castellano, idiomas que recién aprendió en su trato con los que habían llegado antes que él y su jerigonza terminaba siendo una mezcla de términos de los idiomas que dominaba.
A pesar de su modestia, la pareja tenía muy poco que ver con los que habían llegado en el éxodo proveniente de las aldeas arrasadas por el odio y el antisemitismo. Su entorno había sido el de la ciudad, llegando a ser excelentes músicos y gozando de los privilegios de la asimilación, sin tener que sufrir, por lo menos en apariencia, el rechazo por su condición de judíos en los ambientes que alternaban.

FIN DE LA PRIMERA PARTE
Extractado del libro "Los otros gauchos judíos", de la escritora Myriam Escliar.

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