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Carta desde Madrid

Madrid, 23 de Abril de 2010.-

Con gran emoción he leído los mensajes posteriores a la narración de Adela y me han traído a la memoria los momentos más gratos de mi vida. No nací en Las Moscas, ni viví allí (bueno, sólo temporalmente) pero me siento tan mosquero como el que más. Alguien ha dicho que uno no es de donde nace sino de donde se siente pertenecido, y yo me siento mosquero.
Ah, me olvidé presentarme: soy Jorge, hijo de María Cirlin, una de las hijas de Jaime y Rebeca Cirlin y tengo ya 64 años. He pasado con mis abuelos y tíos todas y cada una de las vacaciones estivales de mi infancia y juventud (a caballo con Basavilbaso, con mis tíos Abraham Golub y Nelly). Ya al día siguiente de terminar las clases en Gualeguay estaba montado en el tren rumbo a mi terruño.
Nombres y apellidos como Román Henderson, Negra Rotela, los Edelcopp, Luisito Rosenfeld, Sivak, Tito Pioli, Holtzman, Merlo y un larguísimo etcétera volvieron a mi memoria como si fuera ayer. En especial recuerdo a Ramón Rodríguez con su inseparable cigarro, la mano derecha de mi abuelo, que me aguantaba las travesuras sobre las bolsas de cereales del galpón del ferrocarril y respondía mis insistentes preguntas sobre el tema, a su hijo "Huguito", entrañable amigo lo mismo que "Licho" Noguera que arreglaban lo que yo "ordenaba" en los cajones de la tienda a mi mejor saber y entender. Un especial afecto para el Dr. Lifchitz y su hijo Alberto que me dejó "huérfano" de compañero de verano cuando se fueron a vivir a La Plata y ya Las Moscas se me hizo más aburrida (además de las hormonas que me pedían más Basavilbaso).
Recuerdo con placer el agua de pozo, fresca y agradable, las noches límpidas y estrelladas 360 grados a la redonda y alumbradas solo por las luciérnagas, el aire puro y el silencio acogedor, el olor a "pasto fresco" de la plaza, el arrullo de las gotas de lluvia sobre las chapas de zinc aunque no tan gratamente los barriales que se formaban al día siguiente ni el tener que salir a hacer mis necesidades fisiológicas fuera de la casa. Recuerdo las interminables veladas de charla, lectura y partidas de ajedrez con mi tía Fanny, la esposa de Beine, mis "peleas a muerte" con los numerosos gatos que había para combatir los roedores, el no hacer nada y la emoción de la llegada de los parques de atracciones y circos.¡Que felicidad!
Hace casi veinte años que vivo en Madrid y hace muchísimo que no voy por allá (mi intención se frustró un fin de año de hace unos años estando en Santa Fe, con todo organizado, y una huelga de expendedores de combustible lo impidió).
Ahora leo que el pueblo está en extinción pero que hay una esperanza de rescate. Ojalá se dé, porque me duele que se sufra donde el tan mentado "estándar de vida" está en lo más alto (y si no comprueben las tasas de longevidad) y que desearíamos tener los que vivimos en las grandes ciudades con todos sus progresos.
Un abrazo para todos los mosqueros.

Jorge Palma Cirlin
P.D.: Mi correo es jpalmac30@hotmail.com

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Bodas de plata

El pasado sábado 17 de Abril se realizaron los actos por el festejo de los veinticinco años de la creación del jardín de infantes "Sorpresitas", de la Escuela Nº 25 "General José de San Martín" de Las Moscas.
Agradeciendo la colaboración de Nora Mabel Pérez, compartimos las palabras de Stella de Rodríguez, ex-directora de la Escuela:

Y llegaron los duendecillos. Cuando pienso en los primeros tiempos del jardín "Sorpresitas" no puedo dejar de asociarlos con los cuentos de hadas y duendes... ¡¡¡Qué lindo fue!!!
La escuela se llenó de proyectos, casitas de muñecas, juguetes, libros de cuentos, canciones, colores y alegría...
La señorita Mónica el hada, los chiquitos los duendecillos... Porque realmente Mónica le ponía magia a las cosas para transformarlas. Con su guía los cajones de manzanas se convirtieron en cocinitas o heladeras, las botellas descartables en canastitas con flores, la timidez de los pequeñitos en poesías, canciones, risas y besos... Y todos aprendimos una manera más linda de vivir la escuela.
Por eso hoy no quiero hacer historia sino decirles a Mónica, a Delia, Mabel, Marta, Claudia y Ruth, como a todos los padres y niños del jardín "Sorpresitas" ¡¡¡¡¡¡¡¡Gracias por haber llenado de magia nuestra querida Escuela 25!!!!!!!!
¡Felices veinticinco años y que Dios los bendiga abundantemente!


El brindis por las bodas de plata del jardín[Clickeá sobre la imagen para agrandar]

Mabel también nos hace llegar las sentidas palabras pronunciadas por una ex-alumna de la primera promoción, Dorita Escobar:

Seño Mónica, qué lindos recuerdos tengo en mi mente guardados de vos, el jardín, mis compañeros, la escuela... Recuerdo lo apurada que estaba para que me trajeran al jardín. Yo quería jugar, compartir, escuchar tus cuentos y canciones. Te acordás qué poco teníamos: dos muñecas, bloques de madera, una repisa con libros...? Pero vos tenías esa magia de entretenernos con poco. Salíamos a jugar al patio, pero nunca nos aburríamos, nos enseñaste que si se quiere y hay voluntad, SE PUEDE. Por eso hoy que soy mamá le enseño a mi hijo a valorar lo que se tiene y a compartir.
Seño, son muchos los recuerdos que vienen a mi mente: todos lindos y felices. Muchas gracias por haber sido como fuiste con nosotros. Te quiero mucho.


Hermosas las palabras de Dorita. Ella y Stella coinciden en esa magia que tenía la Seño Mónica.
Mabel

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Una vida en cuentos

Este es el título con el que el docente y escribano Julio César Díaz publicó un libro de relatos y anécdotas sobre su vida.
Julio César nació en Hambis, departamento Colón, en marzo de 1929. Fue alumno de su padre (que llevaba su mismo nombre y también era docente y director de escuela) junto a su hermana Gloria. Egresó como maestro de la Escuela Normal "Mariano Moreno" de Concepción del Uruguay en el año 1947 y a lo largo del tiempo se desempeñó como maestro rural en distintos lugares de la provincia de Entre Ríos.
En Villa Clara se casó con Yolanda Aletti y se instaló en la colonia Rosh Pinah donde, ejerciendo la docencia, completó sus estudios de escribano en la Universidad del Litoral y continuó sus dos pasiones laborales: la escribanía y la docencia.

Una vida en cuentos[Clickeá sobre la imagen para agrandar]

Estos cuentos fueron recopilados y publicados por Julio César en su ciudad adoptiva, Concepción del Uruguay, en marzo de 2009, conmemorando así sus ochenta años. Les dejamos algunos de estos cuentos:

AYUDA A DON PEDRO
Un largo camino de tierra, oscura, polvorienta; poblada de verdes, ocres... Verde pasto, verde cardo... Rojas margaritas silvestres pintan heridas vistosas en el campo. De colonia Rosch Pinah a Domínguez estaba el rancho da Don Pedro, un poco antes de la cremería.
La "clemería" según los alumnos de la escuela (mis alumnos) era atendida por el "clemero", claro. Fabricaban crema con la leche que los colonos llevaban en carros y sulkys en mañanero transitar. El bucólico paisaje de nuestro viaje casi diario al pueblo en busca de víveres, correspondencia, conversación y noticias, todo nítidamente en mi memoria.
Don Pedro, buen amigo, trabajador y esforzado, con familia de muchos hijos en la escuela y necesidades siempre crecientes, decidió viajar a Villaguay para pedir ayuda a la Fundación Eva Perón cuya labor proficua y humana, a veces improvisada pero siempre generosa y productiva, proveía de alimentos y ropa a los pobres siempre y cuando éstos acreditaran su condición de tales.
Así Don Pedro, vestido con su mejor bombacha y sus alpargatas casi buenas, casi limpias, pañuelo al cuello y sombrero cotidiano, se dirigió a la Unidad Básica donde le informaron que debía justificar su pobreza con dos testigos. Sin amilanarse, solo y fuera de su pago, cruzó a la plaza y encaró a doa varones sentados en un banco; en su hablar pausado y criollazo les pidió que atestiguaran su condición de menesteroso. Los muchachos lo miraron con recelo y eludiendo el compromiso le respondieron:
-"¿Qué sabemos nosotros que usted es pobre? No lo conocemos..."
Don Pedro los miró con desconcierto, en su expresión ingenua se leía el desaliento... Con un brazo en la cintura se miró la bombacha descolorida y las alpargatas gastadas descartando el testimonio de su propia apariencia. Movió la cabeza y les espetó:
-"Si me firman en la Unidad Básica yo le doy diez pesos a cada uno."
Los muchachos se miraron, y dijeron al unísono: -"¡Así sí!"
Se levantaron del banco y se encaminaron juntos hacia la Unidad Básica para firmar que efectivamente Don Pedro era indigente.

SALVADO Y GRATIS
El desarrollo trajo jóvenes profesionales al pueblo y con ellos, a tónica distinta. Recién recibidos, médicos y dentistas comenzaron su profesión en el pueblo, que todavía reticente a abandonar del todo el siglo XIX se revolucionaba fácilmente ante estas novedades del progreso.
Don Guidal llegó montado a la escuela rural. Muy amigo mío, orejudo, chueco, de nariz aguileña, pequeños ojos azules y un corazón grande como el mundo...
Excitado, exultante, me informó:
-"Se le fue la mujer a Gaskansky, marchó con uno de los dotores nuevos. Tenía dos hijos... Cómo son estas mujeres, no piensan en lo que hacen ni el mal que le hacen."
Me quedé callado, sorprendido por la intempestiva noticia y tratando de interpretar esa mezcla de crítica al género con la pena de mi amigo.
Don Guidal no pareció advertir mi silencio apesadumbrado y compasivo. Moviendo la cabeza exclamó con profundo alivio:
-"...y el marido se salvó sin pagar nada."

PASCUALITO
En Entre Ríos, en la línea ferroviaria que ya no existe, entre Basavilbaso y Concordia, pasando Estación Urquiza, está Las Moscas, que aún existe.
Poblado pequeño a donde íbamos seguido para buscar mercadería, correspondencia, amigos y demás. A caballo o en sulky recorríamos una legua larga desde la escuela, con unas pocas casas cada tanto, muchas veces en el barro y bajo la lluvia. Recuerdo que nos cubríamos con una gran capa de paño negro que, aunque no era impermeable cumplía la noble función de cobijarnos.
Era el año 1952, Pascualito Pérez, boxeador peso mosca nos dio el alegrón del primer campeonato mundial argentino; todos lo celebramos con emoción, pero no tanto como un paisanito del pueblo, que eufórico, no cesaba de exclamar con glorioso triunfalismo: "¡Así nomás Moscas... tiene un campeón!".


EPPUR SI MUOVE
Lluvia y barro, barro y lluvia en la soledad de la Escuela, en el medio del campo. La familia se había quedado en el pueblo por enfermedad y ya iban cuatro días iguales de estudio y más estudio, interrumpido sólo para cocinarme algo; ni radio podía escuchar por el ruido de la descarga.
Sin ver a nadie ni oír una voz humana en varios días, sentí con gran alivio que golpeaban la puerta: un entrañable amigo que desafiando las inclemencias del tiempo llegó a caballo, tal vez buscando desentumecer el aburrimiento.
Intercambiando saludos afectuosos advertí que no había hablado con alguien en varios días; mi aislamiento me había hecho olvidar también del tema que por entonces, 1957, ocupaba todo el espectro de la vida cotidiana: no se hablabas más que del satélite artificial que los rusos habían puesto en órbita.
Mi inesperada visita era un sencillo hombre de campo, tan ingenuo como bondadoso y solidario. El tema del momento había despertado su curiosidad y estimulado por el temporal acudió al amigo más "leido" que tenía cerca. Así que mientras se sentaba en la galería y antes de yo pudiera hacerlo, me espetó la pregunta "¿Qué es eso del sateli?"
Todo mi espíritu vibró al compás de la compañía humana y haciendo gala de mis recursos didácticos, me acomodé en la silla, puse al frente los puños tratando de representar los movimientos de traslación y rotación de la tierra, a la par que iniciaba una explicación simple: "Vea Don Abraham, así como la Tierra se mueve...", levanté la vista hacia él y en vez de la expresión de entendimiento que esperaba, me encontré con un gesto entre alarmado y escéptico. Con incredulidad preguntó: "¿Se mueve...?".
Al tiempo me enteré de que mi amigo muy preocupado, comentó el hecho en el boliche del pueblo: "El maestro está loco ¡dice que la Tierra se mueve!", entre sonoras carcajadas de los contertulios. ¡Oh Galileo Galilei 1957!

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